Contemplando mis sentimientos ante una cadena de comentarios sin mayor importancia, dichos sin malicia, incluso con cierto sentido del humor (aunque no lo entendiera así en ese momento). Mirando el punto en el que empiezan a hacer mella, cuando uno empieza a sentirse mal hasta que llega la gota que colma el vaso. Cayendo en la cuenta de los mecanismos que se activan dentro de mí: una cadena retroalimentada de negatividad, de sentimiento de abandono que me incapacita para poder estar bien. Siendo consciente de los pensamientos y respuestas que sin ser pronunciadas se vienen a mi mente. Comentarios que sin duda harán daño a quien los oiga: no hay mejor defensa que un buen ataque. Doy gracias por sentirme empujado a acercarme con sencillez a quien me hablaba para decirle que aunque sabía que era una tontería, sus palabras me habían hecho mella.