Señor crucificado y resucitado, enséñanos a afrontar las luchas de la vida diaria, para que vivamos en una mayor plenitud. Tú has acogido humilde y pacientemente los fracasos de la vida humana, como los sufrimientos de tu crucifixión. Así pues, ayúdanos a vivir las penas y las luchas que nos trae cada jornada como ocasiones para crecer y asemejarnos más a ti. Haznos capaces de afrontarlas pacientemente y con coraje, llenos de confianza en tu apoyo (Teresa de Calcuta).