CRONICA DE UN SACRIFICIO ANUNCIADO: ENTRADA EN JERUSALEM

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lluvia de lirios y aromadas rosas
embalsaman el rústico camino;
pisando ricos mantos, va el pollino
del pueblo entre las voces victoriosas.
 
Delirantes las turbas anhelosas
rodean al mansísimo Rabino:
¡Hay en torno un ambiente tan divino
que divinas se ven todas las cosas!
 
Alegría respiran las terrazas,
alabanzas las calles y las plazas
y en Sión hay fiebre de fervor y canto:
 
¡Que se abran ya las puertas matinales!
Resuenen los Salterios y arpas reales,
y ¡Paso! al Rey triunfal, Mesías Santo!

 

¡Abrióse la mañana esplendorosa

aquel domingo pleno de ventura;
de gala revistióse la natura
pues fue la luz del sol aun más radiosa!

Jerusalén, la Santa, la gloriosa,
se apresta a abrir sus puertas de hermosura,
y soltando sus salmos de ternura,
al Rey espera, como Reina esposa:

¡Ya viene! ¡Ya se escuchan los clamores!
Hay un ondear de palmas y de flores,
de Cristo Dios, en ovación de amor:

¡Hosanna! ¡Hosanna! en jubiloso grito,
niños y ancianos loan al Bendito,
al Rey que viene, en nombre del Señor!…

 

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