Ejercicios espirituales en la vida diaria: contemplanto la encarnación

Este texto está compuesto a partir de breves anotaciones diarias, trozos de la sagrada escritura, algunas lecturas breves y «El relato del peregrino» (autobiografía de San Ignacio de Loyola). Se han reordenado para que se puedan leer de corrido sin transiciones demasiado abruptas. La primera parte es una reflexión sobre el hecho de ejercitarse cada día y la segunda es un ejercicio concreto, sobre la contemplación de la encarnación. Estas breves anotaciones son el resultado de ese ejercicio diario que día tras día va formando un gran motivo por el que dar gracias, un inmenso motivo por el que la vida vale la pena.
 
Ejercitándose en la práctica de la presencia de Dios en la vida y en andar el camino que Dios quiere hacer con nosotros. Entrenándose en la escucha de la voz de Dios en el corazón. Dándose tiempo a sentir la resonancia interior de las cosas sencillas y pequeñas; los suaves impulsos con los que el Espíritu Santo nos llama poco a poco, configurando nuestra propia vocación: la llamada de Dios a proclamar su amor con nuestra vida.
 
Deseemos que ejercitarnos espiritualmente nos ayude a revivir en nosotros la oración incesante, volver a experimentar el amor que Dios nos tiene y reconocer los impulsos del Espíritu, que quiere convertirnos cada vez más en la imagen que Dios tiene de nosotros.
 
Ejercitarse espiritualmente para vaciar la casa y que Dios pueda entrar en todas las habitaciones de nuestra vida. ¿Puede acaso entrar Dios en la habitación de mi trabajo, en la de mi pareja, mis amigos, mi familia? ¿Acaso en las habitaciones de los demás? ¿Soy acaso dueño de mi casa? ¿Hay otros dueños que abren y cierran, que hacen lo que no queremos y no nos dejan hacer lo que queremos? ¿Dejamos estar a Dios en todas las habitaciones o facetas de nuestra vida?
 
Llevo años buscando un dracma perdido en mi casa. Barro la casa y enciendo un candil. Busco pero no encuentro, hay muchos trastos. Hay habitaciones en las casi no se puede ni entrar. Contemplo a veces el momento en que convoco a mis amigos y vecinos para decirles: ¡¡felicitadme!!, ¡¡felicitadme mucho!! Porque después de tanto buscar, he encontrado el dragma perdido.
 
Conozco tus obras y tu arduo trabajo y paciencia, dice nuestro Señor; conozco que no puedes soportar a los malvados y que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido y has tenido paciencia y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete.
 
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia […] Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna.
 
Contemplando la encarnación
 
Sobre el cariño con que Dios creó el mundo: «Una vez se le presentó a Ignacio de Loyola en el entendimiento con grande alegría espiritual el modo con que Dios había criado el mundo, que le parecía ver una cosa blanca, de la cual salían algunos rayos, y que della hacía Dios lumbre. Mas estas cosas ni las sabía explicar, ni se acordaba del todo bien de aquellas noticias espirituales, que en aquellos tiempos le imprimía Dios en el alma».
 
Contemplando el cariño inmenso con que Dios creó el mundo. Mirando cómo la Trinidad contempla el mundo. Egos y desamores, guerra y violencia. Empatizando con el sufrimiento y la pena de las tres personas. Contemplando la potencial guerra en Siria, atentados, dirigentes que matan a su propia gente con armas químicas, niños incluidos … Mirando cómo cada cual va a lo suyo, buscando el propio interés. Viendo en mi entorno cercano indiferencia y omisión, individualismo y egocentrismo.
 
Contemplando el mal en el mundo, la guerra, la explotación con un profundo sentimiento de impotencia. Contemplando a las tres personas divinas mirando la situación en el mundo. Viéndose afectadas hondamente por esta situación, deciden enviar a una de ellas para salvar al mundo. Haciéndose hombre, uno de tantos, nacido en un pesebre, en medio de pastores.
 
Contemplando la mirada cariñosa de Dios al mundo, hilando un plan de felicidad. Mirando también la solidaridad y la tolerancia, el cariño correspondido de creatura a Creador. También la infelicidad de las personas que se cierran al amor. Deciden así las tres personas divinas, enviar al Hijo amado para redimir al mundo. Hilando un plan de felicidad para todas las personas que viven y generan el desamor y para las que con su amor rompen esa dinámica.
 
Sobre la humanidad de Cristo: «Muchas veces y por mucho tiempo, estando en oración Ignacio de Loyola, veía con los ojos interiores la humanidad de Cristo, y la figura, que le parecía era como un cuerpo blanco, sin distinción de miembros […] Esto visto le confirmó tanto entonces como siempre en la fe, que muchas veces ha pensado consigo: si no hubiese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, él se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto».
 
Mirando cómo el ángel Gabriel anuncia a María ese plan soñado por Dios para que ella le ayude. Mirándolo con mucha envidia, porque me encantaría recibir ese anuncio en el que Dios me cuenta sus planes.
 
«En este tiempo trataba Dios a Ignacio de Loyola de la misma manera que trata un maestro a un niño, enseñándole; y ora esto fuese por su rudeza y grueso ingenio, o porque no tenía quien le enseñase, o por la firme voluntad de servirle, que claramente él juzgaba y siempre ha juzgado, que Dios le trataba desta manera».
 
Uniendo voluntad y corazón, intención y deseo para pedir y buscar conocimiento interno del Señor, que por mí se hizo hombre, para que más le ame y le siga.
 
Contemplando la omnipotencia de Dios que no quiere llevar a cabo solo, el proyecto de redención del mundo. Quiere necesitar y depender de la ayuda de una chiquilla, María,  y la mía (un alguien insignificante) para llevarlo a cabo. Contemplando cómo tanto María como yo mismo, somos piezas clave para el proyecto de redención de Dios. Contemplando la humanidad de Cristo, el deseo expreso de ser  uno de tantos, carne de nuestra carne, limitado y pequeño.
 
Creando conciencia, haciendo silencio en medio de mucho ruido. Contemplando a María, su desconcierto y confusión. Mirando también mis miedos, mis excusas. Mirando cómo María pregunta que cómo va a ser posible tener un hijo sin conocer varón. Escuchando palabras del ángel: «no tengas miedo». Escuchando y recibiendo un plan que no es el suyo. Viéndose de Dios y perteneciendo a Él, deja que se haga según su voluntad. Sea mi voluntad y mi corazón movido, para poder decir que SÍ.
 
Compartiendo sufrimientos. Acumulando tensión por ayudar al que está en una situación límite. Unos corriendo, olvidando, volviendo. Otros enfermando por no poder más. Compartiendo inseguridades y agobios. Haciendo presencia silenciosa. Pensando en mí, sin pensar en los demás. Pensando en los demás, sin pensar en mí. Con grandes dudas, mucha indecisión. Si vosotros compartís nuestros sufrimientos, también compartiréis nuestro consuelo; os lo decimos y lo esperamos con mucha firmeza.
 
Quiera mi Señor mover mi voluntad para tomar decisiones acertadas. Poniendo día a día en mi ánima, afecto y razón sobre lo más conveniente. Deseando y eligiendo ir acertando en las pequeñas decisiones diarias, para que así educado, tenga a bien mi Señor concederme la dicha de acertar en las grandes decisiones. Eligiendo con su favor y ayuda, lo que sea su mayor servicio y alabanza.
 
Contemplando a los colaboradores de Dios. Se sintieron llamados a seguirle, con sutiles percepciones e intuiciones que les hicieron encontrarse encajados en su sitio. Sintiéndose con paz, alegría y esperanza, pese a la crudeza de ciertas situaciones que tuvieron, tienen y tendrán siempre que vivir, precisamente por seguir esa intuición, que les hizo sentirse en su sitio.
 
Estamos tan ocupados con nosotros que no oímos cuando Dios nos llama, ni escuchamos lo que nos dice a través de los demás. Seleccionamos lo que nos da seguridad, descartamos lo que nos cuestiona. No percibimos los sutiles sonidos de los demás, cuando nos dicen que su situación es difícil.
 
Si yo, con mis grandes limitaciones y omisiones, soy capaz de ofrecerte lo mejor que tengo, ¡cuánto más, nuestro Padre celestial, dará Espíritu Santo a los que se lo pidamos! Es por eso que pido, busco y llamo, para recibir, encontrar y que se me abran ventanas y puertas para seguir siempre hacia adelante.
 
 

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