2019-08-22: “Señor ¿qué quieres que haga?”

PRESENTACIÓN:
Nos reunimos ante ti, Señor, como comunidad que camina para  llevar la Buena Noticia a todos los hombres y mujeres de este mundo, sobre todo a la comunidad LGTBI. Nos ponemos en tus manos, a pesar de las dificultades que vamos encontrando en nuestro camino y de los momentos de debilidad que sentimos en muchas ocasiones. Ante ti esperamos respuesta a nuestra oración de hoy que se resume en una pregunta “Señor ¿qué quieres que haga?
 
ORACIÓN DE INICIO
¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.                                                          (S. Francisco de Asís)
CANTO. En mi debilidad (Brotes de Olivo, Huelva).
 
En mi debilidad me haces fuerte,
En mi debilidad me haces fuerte,
Sólo en tu amor me haces fuerte,
Solo en tu vida me haces fuerte,
En mi debilidad,
Te haces fuerte en mí.
 
SALMO 139 (1-18;23-24): “Oh Dios, qué profundos son tus proyectos”
 
Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto,
tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas,
eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra
cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante
 y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber,
son alturas que no puedo alcanzar.
 
¿A dónde iré lejos de tu espíritu,
a dónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás,
si me acuesto entre los muertos,
allí también estás.
 
Si le pido las alas a la aurora
para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce
y me tiene tomado tu derecha.
 
Si digo entonces:
«¡Que me oculten, al menos, las tinieblas
 y la luz se haga noche sobre mí!»
Mas para ti no son oscuras las tinieblas
y la noche es luminosa como el día.
 
Pues eres tú quien formó mis riñones,
quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas,
admirables son tus obras
y mi alma bien lo sabe.
 
Mis huesos no te estaban ocultos
cuando yo era formado en el secreto,
o bordado en lo profundo de la tierra.

 
Tus ojos veían todos mis días,
todos ya estaban escritos en tu libro
y contados antes que existiera uno de ellos.
 
¡Tus pensamientos, Dios, cuanto me superan,
qué impresionante es su conjunto!
¿Pormenorizarlos? Son más que las arenas,
nunca terminaré de estar contigo.
 
Examíname, oh Dios, mira mi corazón,
ponme a prueba y conoce mi inquietud;
fíjate si es que voy por mal camino
y condúceme por la antigua senda.
 
CANTO: A ti que estás sentado en tu sillón (Brotes de Olivo Palencia).
 
A ti que estás sentado en tu sillón,
atento o distraído, te reclamo.
Quiero que hagamos vida esta canción,
que ha Dios vayamos juntos de la mano.
 
Hasta ahora solo hablamos en teoría
de un mundo que sería más cristiano,
de un mundo que será solo teoría
si tú y yo, ahora, no hacemos nada por cambiarlo.
 
De poco servirán nuestros esfuerzos
si en la calle no hacemos que se noten
las palabras que alzamos a los vientos,
que Cristo sigue vivo en cada hombre.
 
Ya no valdrán ni peros ni disculpas,
que Cristo no es alguien con quién se juega.
Si nuestro mundo no cambia solamente será culpa
de quién diciendo sí, luego reniega.
 
A ti que estás sentado en tu sillón,
quisiera que no olvides este rato.
Dios ha pasado por este rincón
y quiere que a Él vayamos de la mano.
LA INDIGNACIÓN PROFÉTICA DE JESÚS CONTRA LA OPRESIÓN A LAS VÍCTIMAS (José Antonio Pagola)
Jesús amó, defendió y dedicó su atención a los más desvalidos e indefensos de la sociedad. No hay en ello nada original. Otros muchos lo han hecho así antes y después de Jesús. Lo más admirable es que Jesús no amó  ni puso nada por encima de ellos, ni siquiera la religión, la ley o el prestigio del templo. Tampoco su propia vida. Lo primero para Jesús es una vida sana, digna, dichosa para todos empezando por los últimos.
 
El sufrimiento de los inocentes: primera preocupación de Jesús.
La clave desde la que Jesús le vive a Dios y se esfuerza por acoger y abrir caminos a su reinado de justicia no es el pecado, sino el sufrimiento de las víctimas generado por las desgracias de la vida o por los abusos y atropellos de los poderosos. Las gentes tuvieron que captar muy pronto la diferencia entre Jesús, el profeta de la compasión y el Bautista, el profeta de desierto.
 
La actividad profética del Bautista estaba pensada y organizada en función del pecado. Es su preocupación suprema: denunciar los pecados del pueblo, llamar a penitencia a los pecadores y purificar con su bautismo de perdón y conversión a quienes acuden al Jordán. El Bautista no abandona el desierto. No visita las aldeas pobres de Galilea. No parece observar el sufrimiento de la gente. No se acerca a los enfermos ni los cura. No alivia el sufrimiento de nadie. No parece conocer la exclusión y marginación en que viven no pocos. No toca a los leprosos y leprosas que vivían en las zonas desérticas vecinas, no libera a los poseídos, no abraza a los niños y niñas de la calle. No come con pecadores ni los acoge a su mesa. El Bautista vive encerrado en su vida de ayuno y penitencia. No hace gestos de bondad. No se sale de su tarea estrictamente religiosa.
 
La primera preocupación de Jesús, por el contrario, es el sufrimiento que padecen las gentes más enfermas, desnutridas y marginadas. No camina por Galilea en busca de pecadores para convertirlos de sus pecados. Los evangelios lo presentan acercándose a los enfermos para aliviar su sufrimiento, tocando a los leprosos para liberarlos de la exclusión, acogiendo a prostitutas, pecadores e indeseables despreciados por los dirigentes religiosos y los maestros de la Ley. Así describe José María Castillo esta sensibilidad de Jesús: «No soportaba ver a personas pasando necesidad, no aguantaba el dolor de los otros, era algo superior a sus fuerzas. Porque su sensibilidad no lo toleraba».
 
¿Es que no le preocupa a Jesús el pecado? Más que a todos nosotros. Pero, para Jesús, el pecado que más ofende a Dios y mayor resistencia ofrece a su reinado es precisamente causar sufrimiento injusto a los inocentes o tolerarlo con indiferencia desentendiéndonos de los que sufren.
 
Hacerles sitio en nuestra vida a los marginados y excluidos.
No es fácil pensar desde los últimos si vivimos siempre lejos de ellos, sin contacto directo o inmediato con ningún sector oprimido. No es lo mismo leer estadísticas sobre el paro que entrar en el hogar de una familia que ha quedado sin ingresos y compartir de cerca sus angustias e incertidumbres, la crisis de la vida de pareja, la humillación de ir por vez primera a pedir ayuda a Caritas. Hemos de tener más contacto con gentes que van quedando excluidas, crear lazos de amistad con inmigrantes, apoyarlos y ayudarlos a ir solucionando sus problemas, incorporarnos a algún voluntariado (ONG, Caritas…).
 
Hemos de hacerles más sitio a los últimos en nuestras comunidades cristianas. En la entrevista a la Civiltá Católica decía así el Papa Francisco: «Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía y proximidad». Necesitamos comunidades samaritanas que sepan acoger, escuchar y acompañar mucho más a los últimos. Hemos de releer la parábola del samaritano en actitud de conversión. No es una parábola más. Es lo que hemos de hacer si queremos seguir a Jesús: caminar con los ojos bien abiertos para ver a los heridos robados y asaltados que encontramos en las cunetas de la vida; no dar rodeos para seguir nuestro camino, ocupados solo en nuestros problemas y nuestras prácticas; no discriminar a nadie; no preguntarnos si es o no es nuestro prójimo; y hacer por ellos todo lo que podamos desde la comunidad cristiana. No es posible seguir a Jesús dando rodeos a los que sufren.
 
El papa Francisco, con un lenguaje muy gráfico nos está invitando a «salir hacia las periferias existenciales» para encontrarnos con la vida y el sufrimiento de las gentes. Con esta expresión el papa se refiere a los sectores marginados y excluidos de la sociedad, pero que también están en las periferias de nuestro corazón y no en el centro.
 
 
CANTO: Es mi hermano (Ain Karen) (Mc 3,34-35)
 
Quien está pidiendo pan, ese es mi hermano;
quien suplica libertad, es mi hermana;
quien huye en patera
del hambre y la muerte,
es mi madre.
 
MI FAMILIA ES QUIEN ESCUCHA A MI PADRE
Y AMA COMO YO OS HE AMADO.
MI FAMILIA ES QUIEN ESCUCHA A MI PADRE
Y AMA, DE CORAZÓN, A SUS HERMANOS.
 
Quien sufre rechazo, ese es mi hermano;
quien vende su cuerpo, es mi hermana;
quien es torturado
por seguir mis pasos,
es mi madre.
 
Quien duerme en un banco, ese es mi hermano;
quien habla otro idioma, es mi hermana;
quien no sabe ni quién es
por la enfermedad,
es mi madre.
 
EVANGELIO (Mateo 25, 34-40)
«Entonces dirá el Rey a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.»
Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber ?¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y el Rey les dirá: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis».
 
Ecos sobre las lecturas, peticiones, acción de gracias.
 
Acción de gracias y Peticiones.
 
 
 
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PADRENUESTRO.
 
ORACIÓN COMUNITARIA
Señor Jesucristo, imploramos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTBI+H, por todas aquellas personas que no se aceptan a sí mismas, que sufren en soledad, son perseguidas por su orientación sexual o su identidad de género y que no son comprendidas, ni aceptadas en su entorno más cercano. También te damos gracias y te pedimos por CRISMHOM, para que juntos construyamos tu Reino y seamos luz y faro de nuestra comunidad LGTBI+H de Madrid. AMÉN.
 
Bendición: El Señor nos bendiga y nos guarde; nos muestre su rostro y tenga misericordia de nosotros. Vuelva su rostro a nosotros y nos conceda la paz. El Señor nos bendiga, hermanos y hermanas.
 

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