2014-07-24 El camino de la Virgen

María: virgen y madre de Jesús, creyente abierta a la escucha y disponible, de mirada profunda y sensible a la acción de Dios en la historia, paciente con los tiempos de Dios y maestra de oración, siempre fiel a su hijo y madre nuestra.

 

 

El camino de la Virgen

Madrid, 24 de julio de 2014

 

La anunciación (Lc 1, 27-38): El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: —Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. Al oírlo, ella se turbó y discurría qué clase de saludo era aquél. El ángel le dijo: —No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin. María respondió al ángel: —¿Cómo sucederá eso si no convivo con un varón? El ángel le respondió: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te hará sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es imposible para Dios. Respondió María: —Aquí tienes a la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra. El ángel la dejó y se fue.

María, madre del sí. Hoy nos reunimos aquí para dejar que el «sí» de María sea reto y llamada para nuestras propias decisiones. María es mujer que acoge, madre que acompaña y ejemplo para hoy. ¿Cuáles son los síes de tu vida?

 

La visitación (Lc 1, 39-45): Entonces María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo, exclamó con voz fuerte: —Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció (Lc 1, 39-45).

Bendita tú entre las mujeres. ¿Quiénes somos nosotros para que nos visite la madre de nuestro Señor?

Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque se ha fijado en la humillación de su esclava …

… y en adelante me felicitarán todas las generaciones. Porque el Poderoso ha hecho proezas, su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación.

Su poder se ejerce con su brazo, desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los potentados y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.

Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad, prometida a nuestros antepasados, en favor de Abrahán y su linaje por siempre.

 

El nacimiento (Lc 2, 10-19): El ángel les dijo: —No temáis. Mirad, os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy os ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Al instante se junto al ángel una multitud del ejército celeste, que alababan a Dios diciendo: —¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres y mujeres que él ama! Cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían: —Crucemos hacia Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor. Fueron aprisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María lo conservaba y meditaba todo en su corazón.

Mirad, os doy una buena noticia: ¿Qué Buena Noticia te han anunciado?

 

Jesús perdido en el templo (Lc 2, 41, 51): Por las fiestas de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos. Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban atónitos ante su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él replicó: —¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre? Ellos no entendieron lo que les dijo. Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

A veces le decimos a Jesús sin entenderle: «¿Por qué nos has hecho esto, Jesús?» ¿Conservas las vivencias de tu historia en el corazón?

 

Bodas de Caná (Jn 2, 1-12): Al tercer día se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Jesús. También Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice: —No tienen vino. Le responde Jesús: —¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora. La madre dice a los que servían: —Haced lo que os diga.

«No tienen vino», dice María. Me recuerda a mi madre, que me dice que haga cosas sin pedírmelo. «¿Qué quieres de mí, mujer?», dice Jesús. Me recuerda a mí mismo, cuando rechisto ante los comentarios de mi madre. «Haced lo que Él os diga», dice María a los que están con Jesús. Me recuerda a que al final mi madre siempre se sale con la suya.

 

Junto a la cruz (Jn 19, 25-26): Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.

Jesús nos entrega a su propia madre: «Ahí tienes a tu madre». ¿La acogemos en nuestra casa?

 

Espacio de silencio (para reflexión, contemplación o simple presencia consciente)

 

Decir tu nombre, María, es decir que la Pobreza compra los ojos de Dios.

Decir tu nombre, María, es decir que la Promesa sabe a leche de mujer.

Decir tu nombre, María, es decir que nuestra carne viste el silencio del Verbo.

Decir tu nombre, María, es decir que el Reino viene caminando con la Historia.

Decir tu nombre, María, es decir junto a la Cruz y en las llamas del Espíritu.

Decir tu nombre, María, es decir que todo nombre puede estar lleno de Gracia.

Decir tu nombre, María, es decir que toda suerte puede ser también Su Pascua.

Decir tu nombre, María, es decirte toda Suya, Causa de Nuestra Alegría

Pedro Casaldáliga

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

Oración común: Señor Jesucristo, te pedimos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTB, por todos aquellos hermanos que sufren en la soledad, que se sienten solos, que son perseguidos, que no son  aceptados en su entorno más cercano. Y te damos gracias y pedimos por CRISMHOM, para que construyamos Reino y seamos luz y faro de nuestra comunidad LGTB de Madrid.

 

Bendición: Que el Señor nos bendiga y nos proteja. Que el Señor nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Así invocaremos el nombre del Señor y Él nos bendecirá.


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