Los maricones tienen que morir uno a uno y tú vas a ser el próximo

Este artículo presenta una entrevista con el testimonio de Alex, actualmente socio de CRISMHOM y llegado a España gracias a Amnistía Internacional. Esta entrevista está disponible en registro de audio (pulsa AQUÍ para escucharlo en el minuto 6:40) a través de radio Al-Euskadi: Mi nombre es Alex David Sánchez Álvarez y tengo 25 años. Las amenazas, la intimidación y las agresiones que he recibido por ser activista del colectivo LGBTI me han obligado a abandonar mi país, Honduras. Por eso, el 6 de julio de 2011 llegué a Madrid por circunstancias excepcionales, acogido a través del programa de defensores y defensoras de derechos humanos de Amnistía Internacional.

 
En Honduras trabajé a favor del colectivo de mujeres y hombres homosexuales, transexuales y bisexuales. Empecé en 2007, cuando entré a formar parte de la Asociación Gay Colectivo Violeta de Tegucigalpa como educador de derechos humanos. También estuve como enfermero en la Asociación LGTB Arcoiris de Honduras, así como en la clínica de atención médica y psicológica dirigida para la comunidad LGTB de Tegucigalpa y Comayagüela y en el área de salud integral para el Centro de Prevención Tratamiento y Rehabilitación para las Víctimas de la Tortura y sus Familias (CPTRT).
 
El golpe de estado de junio de 2009 en Honduras, que sembró el caos y dejó un reguero de sangre y violencia en el país, también afectó a la comunidad LGBT. Mi perfil como defensor y activista fue siendo cada vez más conocido, por lo que me convertí en uno de esos blancos de la violencia. Fueron días muy duros, en los que enfrentarme a miembros policiales y militares me costó mucho trabajo. El derramamiento de sangre y lágrimas a causa de los gases lacrimógenos, porras y armas de fuego me parecía tan injusto que me involucré más en la defensa de derechos humanos y la incidencia política.
 
El 13 de abril de 2010 al regresar a casa por la tarde me encontré con las persianas rotas por piedras, además de unos mensajes anónimos en papeles que habían colado dentro. En ellos estaba escrito: “Los maricones tienen que morir uno a uno y vas a ser el próximo” y “Deja de meterte donde no debes. Te callas o te callamos”. Tuve miedo: la mayoría de las muertes que se han registrado en Honduras contra las personas LGBTI (187 desde el 28 de junio de 2009 hasta la fecha) han empezado con amenazas. Denuncié estos hechos ante el Ministerio Público, pero el expediente quedo engavetado (paralizado) y hasta la fecha no ha habido ninguna investigación.
 
Menos de un año después, el 14 de enero de 2011, tuve otro susto. Me encontraba fuera del colectivo Violeta junto con otro compañero cuando fuimos amenazados por un hombre que nos apuntó con una pistola diciéndonos: “Sólo ustedes nos faltan y les tenemos en la mira”. Cuatro días después, a dos cuadras de mi trabajo dos hombres en una moto me atacaron golpeándome con una pistola en la cara y se marcharon sin decir nada. Y unos meses más tarde, en junio, al bajarme del taxi en el que iba a trabajar, tres hombres con uniformes de policías COBRA (antidisturbios) me apuntaron con dos pistolas diciéndome: “Te vamos a matar”. Cuando les miré a la cara, lo repitieron: “Sí, a vos, te vamos a matar”. En ese momento un grupo de guardias de una agencia de seguros me ayudaron. Gracias a ellos pude nuevamente denunciar, tal y como hice con los anteriores ataques, y tratar de hacer presión ante las autoridades correspondientes, aunque ninguno de los casos ha sido investigado.
 
Tras ese incidente, solicité además protección en la Secretaría de Justicia y Derechos Humanos, pero me dijeron que no encontraban solución a mi caso. Fue la última amenaza. Después de ésa, me marché a España.

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