¿Qué quiere Dios para mí?

¿Qué hombre conocerá el designio de Dios? O ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrestre abruma la mente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo? ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombre aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría (Sabiduría 9, 13-18).


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