Cuando el pasado es un continuo presente

 Los seres humanos no nacemos sabiendo conducir ni sabiendo coger carreteras para llegar a nuestro destino. Vamos aprendiendo. Vamos evolucionando.
Pero llega el momento que completamos un primer mapa de lo que seremos. En ese mapa hemos aprendido, por una repetición que se convierte en hábito, formas de desempeñarnos mental, emocional, corporal y hasta espiritualmente.
Un simple anécdota: todos tenemos una forma especifica de caminar sin darnos cuenta. Las personas que han sufrido algún tipo de accidente, y han quedado momentáneamente inmovilizadas, al recuperar la salud deben aprender a caminar nuevamente. Su forma de hacerlo, a partir de ese momento, es diferente. No es lo mismo aprender a caminar a los dos años que a los 30.
En los demás aspectos es similar.
Los seres humanos aprendemos una ruta que nos lleva a algún sitio deseado y ya no re-formulamos los caminos. Nos acomodamos, nos acostumbramos. Esto es lo que no hace fácil el cambio.
Los seres humanos somos la única especie que se preocupa por el pasado. Esta es una ruta de vida que adoptamos y repetimos, repetimos y repetimos. Las formas que aprendimos a los 15 años las repetimos a los 30 años, a los 45 años y así sucesivamente aunque las circunstancias sean diferentes.
Hacemos de nuestro pasado un continuo sin esforzarnos en aprender nuevas herramientas (aunque las necesitemos para vivir de manera más satisfactoria).
¿Es eso evolución? ¿es eso conversión? ¿Será que nuestro presente no es más que un pasado maquillado?

Tomemos unos minutos para hacer turismo interior y preguntarnos: ¿Estamos evolucionando?


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