Cuando tenemos que tomar una decisión importante, ese deseo de saber lo que Dios quiere puede ocultar a veces nuestra dificultad para soportar una situación de incertidumbre: querríamos estar dispensados de tener que decidir por nosotros mismos. No obstante, la voluntad del Señor suele ser la de que sepamos decidir, incluso si no estamos absolutamente seguros de que esta decisión es la mejor. En efecto, en esta capacidad de decidir en medio de la incertidumbre, haciendo lo que creemos lo mejor y sin pasar horas dándole vueltas, existe una actitud de CONFIANZA y ABANDONO: “Señor, he reflexionado y rezado para conocer tu voluntad; no la veo muy claramente, pero no me inquieto, y no voy a pasarme horas dándole vueltas; decido tal cosa, porque bien estudiado, me parece lo mejor que puedo hacer. Y dejo todo en tus manos. Sé muy bien que, incluso si me equivoco, Tú no te enfadarás conmigo, pues he actuado con recta intención; y si me equivoco, sé que sabras sacar un bien de este error mío. ¡Será para mí una fuente de humildad, y obtendré de ello alguna enseñanza”. Y me quedo TRANQUILO (“La paz interior”, Jacques Philippe).