Para fortalecer mi convicción y apuntalar mi voluntad, me centré en lo que estimé que era más determinante: EL SILENCIO. Me refiero tanto a lo que hay en el silencio como al silencio mismo, que es una auténtica revelación […] Para alguien como yo, occidental hasta la médula, fue un gran logro comprender, y empezar a vivir, que yo podía estar sin pensar, sin proyectar, sin imaginar; ESTAR SIN APROVECHAR, SIN RENDIR: un estar en el mundo, un con-fundirme con él, un ser del mundo y el mundo mismo sin las cartesianas divisiones o distinciones a las que tan acostumbrado estaba por mi formación. (4, “Biografía del Silencio”, Pablo d’Ors).