Hoy, jueves 29 de diciembre, nuestro hermano Onofre nos invita a mirar el Misterio de la Navidad desde la experiencia lúdica y compromiso social.
El cristianismo no se pierde porque muchos renuncien a las celebraciones religiosas y se vayan a la playa, de turismo, o a las salas de fiesta. El cristianismo se pierde porque unos y otros, por defender nuestros privilegios, toleramos los desalojos de las viviendas, y la falta de médicos o de vacunas en los pueblos empobrecidos por la explotación, la guerra o el cambio climático. Lo que seca la raíz cristiana, lo que cambia la sana alegría en placer egoísta, es la complicidad tácita ante esa pobreza e injusticias. Por eso Ignacio Ellacuría, buen conocedor del pueblo, proponía una “austeridad compartida”. La Navidad es fiesta para los que trabajan por un mundo más fraterno, y es festejo pagano para quienes se olvidan de esa fraternidad.