Quédate con tu dolor

Cuando experimentas el profundo dolor de la soledad, es comprensible que tus pensamientos se dirijan a la persona que pudo quitarte esa soledad, aunque fuera por un momento. Cuando, debajo de todas las alabanzas y ovaciones, sientes una enorme ausencia que hace que todo parezca inútil, tu corazón solo quiere una cosa: estar con la persona que alguna vez pudo disipar estas emociones amenazantes. Pero es la ausencia misma, el vacío que hay dentro de ti, lo que debes estar dispuesto a experimentar, y no a quien pudo arrancarte esa sensación temporalmente.

No es fácil quedarte con tu soledad. La tentación es o bien alimentar tu dolor, o bien refugiarse en fantasías sobre personas que te lo arrancaran. Pero, cuando puedes reconocer tu soledad en un lugar seguro y contenido, pones tu dolor a disposición de la sanación de Dios.

Dios no quiere tu soledad; quiere tocarte de manera de satisfacer en forma permanente tu necesidad mas profunda. Es importante que te atrevas a quedarte con tu dolor y a permitirle estar allí. Debes admitir tu soledad y confiar en que no siempre estará allí. El dolor que padeces ahora tiene por objeto ponerte en contacto con el sitio en que más necesitas la sanación: tu corazón mismo. La persona que pudo tocar ese sitio se te ha revelado como tu perla de gran valor.

Es comprensible que todo lo que hiciste, lo que estas haciendo y lo que planeas hacer parezca no tener ningún sentido en comparación con esta perla. Esta perla es la sensación de ser plenamente amado. Cuando experimentas una profunda soledad, estas dispuesto a abandonar todo a cambio de la sanación. Pero ningún ser humano puede sanar ese dolor. Sin embargo, te enviaran personas para transmitir la sanación de Dios, personas que podrán ofrecerte el profundo sentido de pertenencia que anhelas y que da sentido a todo lo que haces.

Atrévete a quedarte con tu dolor y confía en la promesa que Dios te ha hecho.

(Herni J. M. Nouwen, La voz interior del amor) 


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