(Continuación y Final)
Comprendiendo que el «fundamento» es un todo orgánico, donde no hay jerarquía sino que es una unicidad del SER, donde cada fundamento es solo una faceta de expresión, pues yo le respondí claramente a Ignacio de Loyola:
Mi fundamento es diversidad, inclusión, servicio, cruz y oración.
Y hemos llegado al final de este diálogo ignaciano-norbertiano y, justamente, acabando con la base y el amalgama de los fundamentos anteriores: la oración.
He recibido la gracia en esta vida de nacer en una familia no ortodoxa que, cuando la necesidad espiritual llego a su seno, se dedico a investigar lo que había en el mercado. Esto ha hecho que pudiese comenzar con formas de oración no pre-establecidas.
No es que no conociera el padrenuestro o el ave maría, solo que no los había memorizado.
Pues sumergiendo en uno de los frutos resultantes de la reforma protestante, se me enseñó algo que marco mi existencia: «a Dios se le habla con verdad y el corazón».
Algo tan simple que puede cambiar vidas!.
Pues primero debí mirar lo que había en mi corazón, luego aprender a discernir lo que era verdad y luego aceptarla para poder decirsela a Dios.
No es que Él no sepa, no lo tenga claro o necesite que lo hagamos. Este proceso es para que seamos «nosotros» quienes nos demos cuenta y así dejar que Dios sea Dios en nuestra vida.
Pues la oración verbal llego más tarde en mi vida y fue con mi primera conversión. Muy interesante ya que, más que la repetición incongruente de formulas, para mi se convirtió en algo lleno de sentido que fue el trampolín para llegar a la meditación. De allí a la contemplación hay un paso!!!
La vida religiosa, el silencio, la austeridad y las gracias recibidas hicieron el resto.
Hoy, ya crecido, la oración es amalgama y fundamento. Es aire, fuego, agua y tierra por donde peregrina mi alma.
A veces de rodillas y a veces de pie, pero siempre postrado a SUS pies adorando en Espíritu y Verdad.