Todas las batallas llegan tarde o temprano.
Todas las batallas se repiten, en un ciclo espiritual, como si fueran nuevas. Nuevos trajes, nuevas «sutilezas».
Hoy, ayer, no sé si mañana, mi alma esta adormecida y sin deseos de trabajar.
No es ignorante. Esta yacente y sin utilizar sus fuerzas.
Preguntar qué debo hacer no es la pregunta.
Conformarme con que ya hago demasiado, no es la respuesta.
Auto complacencia.
La Gracia exigente se gesta en la propia responsabilidad humana.
Por lo menos soy «tortuosamente» consciente de ello.
¡Dios me asista!