De los dardos que me tiran mis buenos amigos no creyentes este es de punta afilada, afilada pero blanda; y el más fácil de parar con la palma. Que dicen que en Dios yo tengo un amigo imaginario.
Pero…. ¡si es justo al revés!
Cuando hace cien años vivíamos más rodeados de cosas vivas nos parecía normal que detrás de toda esa biología hubiera una Vida aún más potente. No sólo creadora y sostenedora sino trasunto simbólico, contrapeso que explica lo visible desde un lado invisible.
Ahora que vivimos entre paredes y asfaltos muertos inertes, o más inquietante, entre semiconductores con inteligencia artificial parecería lógico que creyéramos aún más que hay algo muy vivo a algún otro lado.
Pues no.
Creen que no hay nadie al otro lado.
Que no hay otro lado.
Pobres.
Que me dicen que en Dios Trinidad yo tengo un amigo imaginario.
Pero…. ¡si es justo al revés!
Ese soy yo haciendo oración. Y a veces tengo la ocurrencia de imaginar que alguien reza conmigo, para que así seamos dos. Y al imaginado le doy algo de vida y le pido que a su vez imagine él otro. Y que todos nos demos la mano en corro, y así seamos tres orando a la vez. Aquí debajo tenéis la tabla periódica de la que estoy formado.
Ha costado, ¿eh? ¡ha costado mucho tiempo de evolución que cuatro barros se configuren para que sucedan cosas tan complejas! O al menos a esta explicación corta se limitan esos amigos míos.
Que me dicen que en Dios Trinidad yo tengo un amigo imaginario.
Pero…. ¡si es justo al revés!