Busco tu rostro, Señor

Deja por un momento tus ocupaciones habituales. Entra un instante en ti mismo. Apártate del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones que te agobian. Y aparta las inquietudes que te oprimen.

Reposa en Dios un momento, descansa siquiera un instante en él. Entra en lo profundo de tu alma. Cierra la puerta de tu habitación y búscalo en silencio.

Di con todas tus fuerzas al Señor: “Busco tu rostro, Señor”, y ahora, Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo te encontraré ….

Señor, tú eres mi Dios, tú eres mi Señor y nunca te he visto. He sido creado para verte, y todavía no he podido alcanzar el fin para el que fui creado …

Míranos, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Calma nuestros deseos y seremos felices. Sin ti todo es hastío y tristeza. Ten piedad de nuestros esfuerzos para llegar a ti, ya que sin ti nada podemos.

Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo buscarte si tú no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote. Amándote te encontraré, encontrándote te amaré (San Anselmo).

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