Es cosa extraña qué apasionado amor es este (el amor espiritual), qué de lágrimas cuesta, qué de penitencias y oración, qué cuidado de encomendar a todos los que piensa (ese amor) le han de aprovechar con Dios para que se encomienden, qué deseo ordinario, un no traer contento si no le ve aprovechar. Pues si le parece está mejorando y le ve que torna algo atrás, no parece ha de tener placer en su vida; ni come ni duerme sino con ese cuidado, siempre temerosa si alma que tanto QUIERE se ha de perder […] Es -como he dicho- amor sin poco ni mucho de interés propio. Todo lo que desea y quiere es ver rica aquella alma de bienes del cielo (Camino de Perfección, Santa Teresa de Jesús).