Cuando el gran general sirio Naamán contrajo la lepra, fue a ver al rey de Israel con regalos y fasto para que le curara. Pero el rey no sabía cómo atenderle. Fue la criada la que le dijo que fuera a ver a Eliseo. Cuando llegó a donde se encontraba Eliseo, él le mandó un criado diciéndole que se bañara siete veces en el Jordán, pero no le recibió personalmente. Enfurecido por semejante trato, se fue despotricando del Jordán en su orgullo de no ser recibido dado su rango. Fueron sus criados quienes le convencieron de que se bañara, que bien hubiera él aceptado hacer algo muy difícil. Y tras bañarse quedó limpio. Hoy doy gracias por los que hacen el papel de criados. Sus acciones aparentemente insignificantes son las que cambian la realidad. Y sus sensatas voces calladas son las que valen ser escuchadas.