En la festividad de los mártires conocidos como Santos Inocentes, nos unimos a todas aquellas personas que aún hoy sufren persecución, violencia, abusos y muerte por causa del egoísmo, la envidia, la sinrazón y otras zonas oscuras que habitan en el ser humano.
Nosotros, como parte de una minoría tantas veces denigrada, nos hacemos uno con nuestros hermanos y hermanas injustamente tratados, ya sea por su orientación afectiva, por su credo, por su raza o por cualquier otra razón que nunca debería merecer exclusión ni violencia alguna.
Saludo.
Nos congregamos en oración ante el Señor como comunidad cristiana ecuménica y de diversidad afectiva, comunidad que quiere celebrar nuestra Fe en unión con nuestra orientación sexual. Ambas son partes esenciales de nuestra vida, porque con ellas materializamos nuestro Amor, cualidad humana recibida de Dios.
Tras la alegría por la Natividad de nuestro Señor, es difícil aceptar los contrastes entre el gozo de su nacimiento, y los dolores de nuestros actos humanos que muchas veces contradicen Tu amor. Ayúdame, Señor, a ser coherente con mi vida, para que siempre sea testigo de tu alegría ante el mundo que gime con dolores como de parto.
Canto: Jesús, ven Tú.
Lectura del Evangelio de San Mateo.
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, y esa misma noche tomó al niño y a su madre, y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.
Parece que la vida no nos da un respiro. María y José no paran quietos en el inicio del Evangelio. Nace Jesús, y están de viaje. Tras la inmensa alegría por su llegada, pasa un breve tiempo y… ¡ vuelven a estar obligados a emigrar !
Pero es que nuestro Dios, encarnado en Jesús, es así. Es un Dios-hombre, que tiene que sufrir todo lo que los demás sufrimos, estar a nuestro lado, pasar frío, llorar, reír… Sólo así se puede producir el verdadero regalo de Dios a su querida creación.
Dos mil años después, muchas veces la historia se repite, incluso con más fuerza.
Frente a las complicadas decisiones salomónicas, qué fáciles las decisiones tomadas desde la postura de Herodes, del “rey”. Es la postura del poder, de la fuerza, también del miedo y de la envidia.
Tú me harás fuerte (inspirado en los salmos 42-43)
Como la cierva anhela los arroyos, así te anhela mi ser, Dios mío. Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo podré ver tu rostro?
Cuando mi vida se vuelve gris, cuando me pregunto “¿dónde estás?”, cuando me asalta la nostalgia por tiempos mejores, cuando desfallezco y me siento apagado, entonces me vuelvo a ti, Dios mío.
Te preguntaré: “¿Dónde estás?” Te diré: “no me olvides”, y tú me responderás siempre. De día me enviarás tu amor y de noche cantaré tu canto.
Cuando me sienta cansado, cuando me invada la duda, cuando me duelan las cosas, cuando me falte el amor, entonces me volveré a ti, Dios mío.
Enviarás tu luz y tu verdad. Ellas me guiarán, me llevarán por el camino de la vida y me darán la alegría profunda, la esperanza firme, la luz única.
Canto: Lámpara es tu palabra.
Lectura del Evangelio de San Lucas.
Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo. Cuando al niño Jesús lo llevaron sus padres para cumplir con la costumbre establecida por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios:
«Según tu palabra, Soberano Señor,
ya puedes despedir a tu siervo en paz.
Porque han visto mis ojos tu salvación,
que has preparado a la vista de todos los pueblos:
luz que ilumina a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
El padre y la madre del niño se quedaron maravillados por lo que se decía de él. Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre de Jesús: «Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y a crear mucha oposición, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones. En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma».
Había también una profetisa, Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana; casada de joven, había vivido con su esposo siete años, y luego permaneció viuda hasta la edad de ochenta y cuatro. Nunca salía del templo, sino que día y noche adoraba a Dios con ayunos y oraciones. Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
San José actuó como hubiese actuado todo buen padre de familia: sin dudar, llevó a los suyos hacia un lugar donde estaban seguros. Y ahí los iba manteniendo, cosa que seguramente no era fácil, porque todo refugiado suele ser despreciado.
Por otra parte, el corazón de María sufrió una de las primeras heridas que la espada profetizada le iba a deparar. Le debió doler profundamente este rechazo y esta enemistad a muerte, que desde el inicio se habían desatado en su propio pueblo contra su Hijo divino. Al conocer después el hecho de la matanza de los inocentes, Ella habrá ofrecido sus purísimas lágrimas a Dios en reparación por tan grande ofensa. Amor y dolor siempre estaban muy unidos en la vida de María.
A veces, todos somos “pequeños Herodes”, que desde nuestra posición más favorable, tomamos decisiones rápidas para “quitarnos el marrón”.
Hubo otro “Rey”, uno con el que Herodes no pudo acabar, que enseñó una lección más importante: cómo tomar siempre las decisiones correctas.
¿Cuándo me comporto yo como un “pequeño Herodes”? ¿Seguro que no podría actuar de otro modo en esos casos?
¿Qué “santos inocentes” podemos encontrar en nuestro colectivo LGTBI? ¿Cómo actuaría Jesús frente a ell@s?
Meditación
Señor y Padre nuestro… también nosotros, en esta sociedad que nos ha tocado vivir, estamos rodeados de muchos “Herodes”… tal vez más crueles y despiadados que aquel que envió a matar aquellos niños de Belén… el “Herodes” del aborto, de las drogas, de la violencia, de los hogares destruidos, de la falta de fe, de la deshonestidad, del desamor…
Señor, cada día estos “Herodes” humillan y denigran a millones de personas, niños y niñas, pero también adultos, y Señor, son muy pocos los que levantan su voz o hacen algo por ayudarlos…
Te pido perdón por nuestra indiferencia… y te ruego, por la sangre de aquellos Santos Inocentes de Belén, que les protejas del mal que se alza sobre ellos…
Señor, en nuestro mundo también hay millones de “Inocentes” que son maltratados, humillados y asesinados por ser de otra raza, por creer en otra religión, por sentir y amar distinto, o por haber nacido en la pobreza…
Te rogamos, Señor y Dios nuestro, que abras nuestros ojos para que podamos reconocerles… al cruzar la calle… cada vez que encontramos un mendigo en un semáforo… cada vez que vemos un drogadicto tirado en una esquina… cada vez que escuchamos en las noticias sobre un hecho violento en un hogar… sobre otra pareja LGTB que recibe una paliza… que no seamos meros espectadores de su desgracia, sino instrumentos de tu amor y tu misericordia…
Perdónanos, Señor amado… pero cada vez que vemos una injusticia y volvemos la mirada hacia otro lado… cada vez que nos hemos cruzado de brazos en lugar de defender un “Inocente”, nos convertimos nosotros también en “Herodes”…
Por eso, en este día quiero pedirte que toques cada corazón.. comenzando por el mío, Señor… y pongas en nosotros un poquito de ese amor compasivo y misericordioso que hay en Tu Corazón… para que junto a Ti, pongamos nuestro esfuerzo en hacer un mundo más justo y mejor…
Ecos de la meditación, peticiones, palabras de agradecimiento…
Padre Nuestro
Avisos
Oración comunitaria
Señor Jesucristo, imploramos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTBI, por todas aquellas personas que no se aceptan a sí mismas, que sufren en soledad, son perseguidas por su orientación sexual o su identidad de género y que no son aceptadas en su entorno más cercano. También te damos gracias y te pedimos por CRISMHOM, para que construyamos Reino, y seamos luz y faro en nuestra comunidad LGTBI de Madrid.
Bendición
El Seños nos bendiga y nos guarde, nos muestre su misericordia,
vuelva su rostro a nosotros y nos conceda la paz. Amén.