2017-02-23 Enséñanos tu rostro Señor

MONICIÓN DE ACOGIDA Enmascarar la vida

(Fuente: https://tallerdeoracionpersonal.blogspot.com.es)

En estos días de carnaval nuestras calles se llenan de brujas, princesas, presidiarios, gangsters e infinidad de imitadores de personajes famosos o televisivos. Disfraces para niños y adultos. Unos llenos de imaginación y que provocan la sonrisa y otros llamativos únicamente por su mal gusto. Pero todos ellos tienen algo en común: detrás de ellos hay una persona. Y si algo hace el disfraz es intentar que por unas horas quienes le ven sólo se fijen en el personaje y no en la persona. Pero los disfraces no son los únicos capaces de ocultar detrás de sí a las personas. Muchas veces es el lenguaje que usamos el que se encarga de ocultar la realidad. Así por ejemplo desde unos años a esta parte palabras como crisis, recesión, prima de riesgo, deuda, impagados, burbuja inmobiliaria o cifras de parados han intentando analizar la realidad en que vivimos. Y sin embargo en muchos casos lo único que han conseguido es enmascarar detrás de ellas la realidad de muchas personas y sus problemas. Sus dificultades para poder desarrollar sus aspiraciones, tener un techo bajo el que vivir o para comer todos los días sin necesidad de la ayuda de una ONG. Buscamos soluciones a sus problemas en función del lenguaje que hemos construido, pero muchas veces sin preocuparnos de las personas y de su realidad concreta. Sin tener en cuenta qué pasa con cada una de esas personas. También nuestra oración tiene a veces estos peligros. Podemos convertir nuestra oración en algo lleno de palabras ilusionantes como Reino de Dios, perdón o caridad y sin embargo olvidarnos de que esas palabras deben tener una concreción tangible en los que nos rodean. Para Jesús palabra y acción iban íntimamente unidas. Siempre rodeado de personas a las que perdonar, curar, hablar de Dios, dar una palabra de aliento. Su anuncio del Reino no eran palabras bonitas y vacías para alegrar el oído. Eran gestos concretos con los necesitados, los leprosos, los paralíticos, los marginados. Quizá en estos días de carnaval puedas tomarte un tiempo para reflexionar si tu oración te ayuda a quitar las máscaras que te ocultan las personas o si por el contrario es una máscara más que pones ante la realidad. Puedes pedirle al Señor que te ayude a descubrir cómo se puede concretar tu fe y lo que sientes en tu oración. Y puedes empezar a prepararte para vivir la Cuaresma, un tiempo de conversión interior para despojarte de todo aquello que te impide ver la realidad como realmente es.

VEN, ESPÍRITU DE DIOS

VEN, ESPÍRITU DE DIOS, SOBRE MÍ;

ME ABRO A TU PRESENCIA,

CAMBIARÁS MI CORAZÓN. (BIS)

Toca mi debilidad, toma todo lo que soy.

Pongo mi vida en tus manos y mi fe.

Poco a poco llegarás a llenarme de tu luz.

Tú cambiarás mi pasado; cantaré: 

LECTURA: Cosieron hojas y se ocultaron (Gén 3, 1-13)

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de los pasos de Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Dios por entre los árboles del jardín. Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.» El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.» Dijo, pues, Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»

 

En los días de Carnaval vemos cómo la gente se disfraza, se pone la máscara, juega a ser aquello que querría ser pero que no puede o no quiere ser, porque muchos condicionamiento o esclavitudes lo impiden. Tras la máscara se esconden las frustraciones y miedos que sólo el anonimato es capaz de romper. Sigue al Carnaval el Miércoles de Ceniza; con él entramos en Cuaresma, tiempo de quitarse la máscara, de mirarse al espejo cara a cara, de despejar el rostro ante Dios; cuarenta días para entrenarnos en el noble arte de la sinceridad para con Dios y para con nosotros mismos, sinceridad que nos exige asumir el hecho de que somos mortales. El «no moriréis» predicado por la serpiente del Edén es una utopía para el hombre; cuando el hombre pretende ser Dios, extralimitándose de su ser criatura, choca con una realidad inapelable: la muerte; cuando llega se descubre la verdad de que «eres polvo y al polvo volverás» (Gn 3,19).

 

SALMO 139

Señor, Tú me sondeas y me conoces, Tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. ¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si me tiendo en el Abismo, estás presente. Antes que la palabra esté en mi lengua tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí; una ciencia tan admirable me sobrepasa: es tan alta que no puedo alcanzarla. Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría tu mano y me sostendría tu derecha. Si dijera: «¡Que me cubran las tinieblas y la luz sea como la noche a mi alrededor!», las tinieblas no serían oscuras para ti y la noche sería clara como el día. Tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu Libro; mis días estaban escritos y señalados, antes que uno solo de ellos existiera. ¡Qué difíciles son para mí tus designios! ¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos! Si me pongo a contarlos, son más que la arena; y si terminara de hacerlo, aún entonces seguiría a tu lado. Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! Tú conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra. Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior; examíname y conoce lo que pienso; observa si estoy en un camino falso y llévame por el camino eterno. 

TÚ ME SONDEAS (KAIROI)

Tú me sondeas y me conoces, Tú me hablas a mí, Señor. (2)

¿A dónde iré yo sin tu Espíritu?

¿Dónde huir de tu rostro, Yahvé?(2)

Tú me proteges y me defiendes, y mi alma está viva por Ti.(2)

Tú me creaste para alabarte, te doy gracias por siempre, Señor (2)

 

LECTURA: Revestíos del hombre nuevo (Gén 22, 11-19)

Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circunciso e incircunciso; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. 

QUE TU PALABRA NOS CAMBIE EL CORAZÓN

QUE TU PALABRA NOS CAMBIE EL CORAZÓN. (BIS)

TRANSFORMA EN NIEVE EL CARBÓN

DE NUESTRO GRIS CORAZÓN.

QUE TU PALABRA NOS CAMBIE EL CORAZÓN.

Para meditar…

(Nuevas parábolas para educar en valores, A. Pérez Esclarín)

En el antiguo Imperio chino vivía una princesa que estaba en edad de casarse. Su padre, el emperador, le animó a que escogiera marido entre todos los súbditos del imperio. Quería para ella al hombre más hermoso, valiente e ingenioso del mundo. Se enviaron mensajeros por todas las regiones. Los jóvenes que creyeran tener esas cualidades podían presentarse en el palacio en el día señalado. En una lejana región vivía un hombre muy hábil. No era nada hermoso. Los rasgos de su cara revelaban que era cruel y malvado, hosco, violento. Era un ladrón y un asesino. Pero se le ocurrió una feliz idea para participar en la selección. Le encargó al mejor artesano de máscaras una que expresara la máxima belleza, ternura, gracia. El mismo ladrón quedó impresionado con los resultados. Era realmente perfecta. Se la colocó, y en vez de los rasgos duros y violentos, su rostro reflejó candor, belleza, dulzura, valor. La princesa lo seleccionó sin la menor duda entre el grupo de sus pretendientes. A todos superaba por su belleza y prestancia. Cuando el ladrón comprendió las consecuencias de su trampa, se puso a temblar de miedo: Sabía que, cuando se descubriera el engaño, el Emperador lo mandaría matar. Para salir del problema, le dijo a la princesa que no era conveniente acelerar el noviazgo y que le diera un año para prepararse para tomar una decisión tan transcendental. A la princesa le pareció buena la idea y le agradó que fuera un hombre, además de bello y elegante, prudente. Como en todo el imperio lo conocían como el pretendiente y prometido de la princesa, no tuvo más remedio que empezar a desempeñar ese papel. Debía cuidar las palabras que decía, actuar con elegancia y delicadeza, ser valiente, mostrar coraje y misericordia. Así, fue aprendiendo a actuar con bondad y generosidad, comenzó a ser compasivo y piadoso; ayudaba a los menesterosos, combatía las injusticias, consolaba a los tristes… Pero había un abismo entre la máscara y el corazón. No podía olvidarse de quién era en realidad. Su espíritu se consumía de resentimiento, le incomodaban los halagos de la gente, le horrorizaban sus propios engaños Y llegó de nuevo el día de volver a palacio y presentarse a la princesa. Iba decidido a contarle toda la verdad y asumir las consecuencias. Llegó, se echó por tierra, la saludó, y entre muy amargas lágrimas le contó todos sus engaños: -Soy un bandido, un malhechor. Me hice esta máscara tan sólo por contemplar el interior del palacio y poder admirar a la mujer más hermosa del imperio. Nunca pensé que podría elegirme. Cuánto siento haber aplazado un año sus planes de matrimonio… La princesa se enfadó mucho, pero sintió curiosidad por ver quién era, por contemplar al hombre depravado que se ocultaba tras la máscara. Y le dijo: -Me has engañado, pero te perdono porque has sido capaz de contar a tiempo toda la verdad. Sólo te pido un favor para dejarte libre: quítate la máscara y déjame ver tu rostro. Temblando de miedo, el bandido se quitó la máscara. Al verlo, la princesa se enfadó y enfureció: -¿Por qué me engañaste? ¿Por qué llevas una máscara que reproduce a la perfección tu propio rostro? Era cierto. El rostro verdadero se había identificado con la máscara. Un año entero de esfuerzo por ser como la máscara, lo había cambiado por completo.

TIEMPO DE REFLEXIÓN

TIEMPO DE ALABANZA, DE PETICIONES, DE ACCIÓN DE GRACIAS (desde la propia vida, hablando con cariño y escuchando con respeto)

PADRENUESTRO

ORACIÓN COMUNITARIA

Señor Jesucristo, imploramos tu protección e intercesión ante el Padre por toda la comunidad LGTB, por todas aquellas personas que no se aceptan a sí mismas, que sufren en soledad, son perseguidas por su orientación sexual o su identidad de género y que no son comprendidas, ni aceptadas en su entorno más cercano. También te damos gracias y te pedimos por Crismhom, para que juntos construyamos tu Reino y seamos luz y faro en nuestra comunidad LGTB de Madrid. Amén.

BENDICIÓN (www.BibliaParaJovenes.org)

Señor Jesús: Hazme como Tú pon en mi mente tus pensamientos en mis labios tus palabras en mi corazón el fuego de tu amor. Haz que mis manos acaricien y bendigan como Tú lo hiciste con los pobres y pecadores. Que mis pies sólo me lleven para anunciar tu mensaje de justicia paz y amor. Hazme pequeño como Tú en Belén Silencioso como Tú en Nazaret Buen Pastor como Tú en Israel entregado como Tú en la cruz. Jesús de Nazaret: Hazme Tú. Estoy cansado de ser yo sácame de mi sepulcro para mayor gloria de Dios servicio de mis hermanos y para decir con Pablo: “Vivo yo, mas no yo, Cristo vive en mí”.

Que el Señor nos bendiga y nos guarde, nos muestre su rostro, tenga misericordia de nosotros y nos conceda la paz. Amén.

HAZME COMO TÚ 

Quiero pedirte María,

ser un reflejo de ti,

que quien me mire te vea,

y sepa mi amor por ti.


Hazme como tú, como tú María,
hazme como tú y se mi guía.
Para que algún día, Madre de Dios,
puedas ser la reina de mi corazón.


Quiero pedirte María,
que guíes mi caminar,
para poder ir a Dios
y amarle cada vez más

 


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