(Dos manzanas, 26 de noviembre de 2013) El pastor metodista Frank Schaefer, que casó a su hijo gay y que ha recibido el apoyo de numerosos compañeros de su iglesia, ha sido condenado por un tribunal eclesiástico. Si no se retracta en 30 días será secularizado y dejará de ser pastor. Schaefer, ante esta situación, no solo se niega a cambiar de postura, sino que se ha reafirmado en que el daño que las iglesias están haciendo a lesbianas, a gays, a transexuales y a bisexuales debe llegar a su fin.
Como ya informamos, el pastor Frank Schaefer, de la Iglesia Metodista Unida (segunda confesión protestante más numerosa de los Estados Unidos), fue denunciado por un miembro de su congregación por haber casado a su hijo, Tim Schaefer, en una celebración religiosa en 2007 . Años atrás, en el 2000, su hijo le había contado que era gay después de que su padre se lo preguntara, alarmado por un anónimo que le advertía que Tim estaba pensando en suicidarse.
Frank Schaefer ha recibido numerosas muestras de apoyo. Entre ellas, destaca una celebración conjunta por más de 50 pastores metodistas de una boda gay, de la que ya informamos. Sin embargo, la Iglesia Metodista Unida no acepta las uniones homosexuales por “incompatibles con la predicación cristiana”. Por este motivo se tuvo que dar curso a la denuncia, a pesar de que la aceptación mayoritaria de Schaefer por su propia congregación. Durante el juicio eclesiástico, rechazó en todo momento arrepentirse; antes al contrario, apeló a dejar de juzgar a las personas por su orientación sexual. “Tenemos que parar con el discurso de odio. Tenemos que dejar de tratarles como cristianos de segunda”, afirmó.
El proceso, conforme a los reglamentos, no ha podido sino resultar en un dictamen adverso. Con todo, no se le expulsa directamente, como habría sido de esperar, sino que se la dado un plazo de 30 días para que “reflexione” y reconsidere su posición. Sin embargo, en una entrevista por radio con el periodista norteamericano Michelangelo Signorile, él mismo ha confirmado que no piensa retractarse y va más allá, pues afirma que la homofobia de la Iglesia Metodista tiene que terminar. Como él mismo dice: “No puedo imaginar cómo voy a cambiar de opinión. Para mí, esta discriminación no es justa. Se le ha hecho daño a mucha gente. No solo mi hijo (mis hijos) sino miles de gays, lesbianas, bisexuales y transgéneros se han visto heridos por la Iglesia y la sociedad. Tiene que terminarse. Tenemos que caer en la cuenta de lo que estamos haciendo aquí con nuestra teología, nuestra doctrina y, la verdad, con nuestro discurso de odio”.